Tímidamente te asomaste
a la fiesta de las máscaras.
Desde el primer momento
atrajiste mi atención.
Tuve que ser insistente
para que aceptases mi invitación
y así comenzamos el baile.
Dubitativos comienzos,
temerosos pasos.
Con cuidado te fui llevando,
pues tus piernas temblaban.
Miedo a las luces
y al espacio abierto,
como el preso
al que acaban de liberar.
Pronto nos dimos cuenta
de lo fácil que nos era bailar.
Con música o sin ella
el tiempo llegamos a parar.
Baile sin máscaras ya,
durante cinco intensos meses.
Cada vez más juntos, más felices.
Hasta medianoche.
Al llegar la medianoche te perdí.
Con un repentino sobresalto
te marchaste de mi
al lugar del que surgiste.
Guardo en mi corazón
tu zapato de cristal.
No perderé la esperanza
de volverte a encontrar
y colocarlo de nuevo en tu pie
para retomar el baile
que tanto nos hizo soñar.
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