lunes, 2 de junio de 2008

LA AVENIDA DE LOS CORAZONES INHIBIDOS

Por la avenida de los corazones inhibidos
se pasea con la mirada baja.
No puede darte el sol en la cara,
no puedes ver pájaros ni arco iris.
No hay escaparates de sueños,
no hay ventanas iluminadas de flores,
es costumbre enrejarlas.
Las aceras de la calle son en blanco y negro.
Al final de la avenida de los corazones inhibidos
hay un puente que salva el río de los miedos.
Puente que nunca cruzan,
pues para perseguir un sueño hay que arriesgar.
En la avenida de los corazones inhibidos,
en el barrio de los sueños negados,
los fracasos se arrastran al final de una cadena.

Al comienzo de la avenida
de los corazones inhibidos hay un castillo.
Es de hielo y en sus ventanas hay barrotes.
Es de hielo.
En este castillo hay corazones empadronados
para mantenerlos a salvo de sufrires.
¿Qué salvación es esa, sin sentires?
Se han construido un mundo de pasos seguros,
para ocultarse los pasos anhelados.

La vida no es un decorado invariable,
cambia, se transforma.
Hay que dejar puertas abiertas,
vías abiertas al corazón.
El escenario reducido
en que hoy articulamos nuestro ser,
mañana varía y nos descoloca.
Vacíos que surgen,
co-protagonistas que ya no nos necesitan
u otros que echamos en falta.
¿Y aquellas puertas que cerramos?
¿Y el corazón, que lo dejamos sin voz?
Corazones convertidos en semáforos en rojo,
empadronados en castillos de hielo.

Los corazones son de barro y tenemos dos opciones,
dejarlos secar hasta que se agrieten
o mantenerlos frescos y modelarlos,
porque el futuro y el corazón son de barro
y se pueden modelar.
Esto ya lo entendí,
es por eso que crucé el puente
que salva el río de los miedos,
al que llegué a través
de la avenida de los corazones inhibidos,
en el barrio de los sueños negados.

Me adentré en la avenida de los corazones redimidos,
en el barrio de los sueños anhelados.
Aquí se pasea con la cabeza alta,
la mirada ávida, la brisa en la cara,
la ilusión en los bolsillos.
Los corazones se sienten libres,
no hay barrotes ni castillos de hielo.
Se dejan ser.
Los fracasos no se arrastran, se asumen.
Se exprimen y se guarda la experiencia
que nos haga más fuertes
y se elimina la pulpa de plomo,
el lastre de las alas.
Aceras a todo color
y escaparates repletos
de oportunidades para el sentir.
Me costó atreverme, pero me mudé.
Atravesé el puente que salva el río de los miedos.
Ahora mi corazón empadronado en mi pecho,
sin castillos ni barrotes,
a la intemperie.
A merced del destino,
de la aventura del vivir.
Como siempre debió ser.

2 comentarios:

ESENCIA dijo...

Ahora que yo no estoy sembrada ...es evidente que tú haces las veces de un modo fascinante. Tienes una sensibilidad y una facilidad de expresión increible.

Inzoa dijo...

Si no me das un palo de vez en cuando, me voy a mosquear.
Acaso quieres que me convierta en un estúpido presuntuoso?
Muchas gracias.